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¿Qué es realmente la inteligencia emocional?

Desde hace unos años venimos escuchando reiteradamente la importancia de desarrollar nuestra autoestima, nuestra inteligencia emocional, nuestro autoconcepto y múltiples términos similares.

Desde hace unos años venimos escuchando reiteradamente la importancia de desarrollar nuestra autoestima, nuestra inteligencia emocional, nuestro autoconcepto y múltiples términos similares. Sin embargo, al final sólo sabemos que son un montón de habilidades que tenemos que alcanzar pero no sabemos cómo llegar a ellas ni de qué forma están relacionadas. En realidad, creo que esta circunstancia es debida a que no está muy claro si, cuando nos hablan de inteligencia emocional, se están refiriendo a una capacidad (tal y como refieren Salovey y Mayer) o a un conjunto de rasgos o atributos que debemos poseer y esforzarnos por desarrollar como rasgos de personalidad, rasgos de motivación y rasgos de emoción (tal y como refirió Daniel Goleman).

¿Qué implicaciones tiene considerar la inteligencia emocional como un conjunto de rasgos?

El hablar de un conjunto de atributos resulta más difuso a la hora de saber exactamente qué es lo que nos quieren decir y podemos perdernos en las numerosas implicaciones que se hacen desde este enfoque. Desde nuestro punto de vista, resulta mucho más confuso operativizar tanta información y es, en realidad, lo que acontece ante semejante “boom” de información sobre este tema. Aun así, esta es la conceptualización más divulgada y nos permite atajar de forma muy práctica el hablar de inteligencia emocional en todos los aspectos. Pero al final acabamos teniendo que ser seres totalmente emocionales sin poder diferenciar la inteligencia emocional de la empatía, de la persistencia, del optimismo, de la motivación… aunque una cosa no quite a la otra. Esta perspectiva permite, por tanto, esbozar al ser humano de forma muy global y sí, todo está relacionado pero.., ¿podemos afirmar que conforme nos relacionemos con nuestras emociones somos un tipo de persona u otra?, ¿nos gustaría que pensaran eso de nosotros? Obviamente no, y esto es lo primero que nos lleva a confusión. Es la personalidad la que abarca amplias áreas de la vida mental (como la inteligencia emocional) y no la inteligencia emocional a la personalidad. Además, ¿podemos decir que si carecemos de motivación para hacer algo o somos poco optimistas poseemos una pobre inteligencia emocional? Parece obvio que no, que son capacidades diferentes y que, aunque confluyen a la hora de predecir el éxito en la vida (función principal de la inteligencia emocional), en realidad actúan por separado conformando nuestras actitudes, nuestra personalidad y nuestra forma de actuar. Es decir, la inteligencia emocional no es ser optimista o estar siempre alegre y feliz; como veremos más adelante, el resto de emociones son igualmente válidas, necesarias y sanas para nosotros.

Si llegamos a comprender y ser críticos con esto no tendremos una mezcla o batiburrillo de consejos y de guías para ser más inteligentes emocionalmente sin saber realmente cómo interiorizar lo que nos proponen. Al fin y al cabo de lo que se trata es de integrarlo, de hacerlo nuestro en su totalidad para conseguir cierta estabilidad emocional.

Por estas y otras razones, parece que es más aconsejable comprender la inteligencia emocional desde el punto de vista de Salovey y Mayer, es decir, como “la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud; la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional, la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual.” Es esta forma de entender la inteligencia emocional la que hace justicia al gran valor que tiene y, por esto, comparte pódium con otros tipos de inteligencias, incluida la inteligencia abstracta, que tan importantes son para conseguir el éxito en la vida. Además, desde esta perspectiva, el significado que le damos a la inteligencia emocional es el de una habilidad totalmente flexible que permite hacer frente a la situación en la que nos encontremos no sólo por las exigencias propias de la situación, sino también por las exigencias de nuestra personalidad y nuestras necesidades. Esta es la razón por la que la inteligencia emocional es un factor crítico en la vida humana: su labor es desarrollar la interacción entre lo que pensamos y lo que sentimos, ambas operaciones psicológicas básicas.

Por tanto, reconocer nuestras emociones y razonar y solucionar problemas a partir de ellas es clave para desarrollar esta capacidad compuesta por las siguientes cuatro habilidades:


La percepción, la evaluación y la expresión emocional

Consisten en saber reconocer nuestras emociones, identificarlas y ponerles un nombre (me siento triste, me siento alegre) y saber identificar las emociones expresadas por los demás. Ser capaces de expresarlas adecuadamente (que no es más que sonreír si estamos alegres o fruncir el ceño si estamos enfadados).


La facilitación emocional

Es la capacidad de hacer uso de las emociones al servicio del pensamiento. Para comprender este punto puede ser útil que imagines un escenario emocional en el que proyectas tus emociones y las manipulas y las expresas a tu gusto antes de tomar una decisión. Por ejemplo: imagina que estás valorando la opción de irte a vivir con tu pareja y proyéctalo en ese escenario: cómo te vas a sentir, si os vais a entender, si fortalecerá vuestra relación…

La facilitación emocional es eso: ser capaz de traer las emociones al presente para tomar decisiones más inteligentes y coherentes y balancear las opciones que mejor te vayan a hacer sentir.

Comprensión emocional

Se trata de la capacidad de comprender sentimientos complejos o contradictorios (por ejemplo: sentir amor y odio o rencor cuando discutimos con un ser querido o nos deja nuestra pareja). Además, saber relacionar nuestras emociones (sería extraño reírse ante la pérdida de un ser querido). Además, esta capacidad también incluye comprender el paso de unas emociones a otras (un buen ejemplo sería el cambio de una emoción a otra a partir de una discusión: pasamos del enfado a la ira y de la ira a la culpa o la vergüenza). Esta habilidad también pone en relación tres aspectos básicos que nos permiten comprender las situaciones: cómo pensamos determina lo que sentimos y cómo actuamos. Por ejemplo, si alguien me silba de forma insinuadora puedo comprender y pensar que me están piropeando; además, el pensar que me están piropeando puede gustarme (si es mi pareja quien lo hace), ruborizarme (si es una persona con la que tenemos poca relación) o enfadarme (si ha sido alguien desconocido por la calle y ha sido obsceno). Como consecuencia de ese estado emocional actuaremos de una forma u otra (sonreiremos a nuestra pareja en el primer caso; bajaremos la mirada si nos estamos ruborizando; o llamaremos la atención o ignoraremos a quien nos enfada). Así, si conseguimos comprender la forma en la que nuestros pensamientos, emociones y acciones están interrelacionados, si uno de ellos cambia o resulta negativo, podremos cambiar el resto. Es decir, si ante el piropo de nuestra pareja pensamos que está burlándose de nosotros es probable que nos sintamos enfadados y actuemos dando un grito o una mala contestación. En este caso, podemos comprender que lo normal sería que pensemos que nuestra pareja lo hace para agradarnos, nos sintamos queridos y le demos un beso de agradecimiento.


La regulación emocional

Consiste en ser capaz de admitir y estar receptivos a sentir las emociones como positivas por lo que simbolizan y por lo que nos informan (aunque no sea agradable es importante sentir tristeza ante una pérdida o enfadarnos cuando alguien nos ha hecho daño). Además, es imprescindible saber gestionarlas de forma eficaz (tanto las nuestras como las de los demás: ¿cuántas veces se le dice a los niños “no llores” cuando se lastiman? ¿cuántas veces no nos permitimos estar tristes y nos ahogamos en la tristeza por querer esconderla?).

Así, como vemos, la inteligencia emocional es algo mucho más concreto que lo que en ocasiones podemos entender. En posteriores artículos iremos viendo implicaciones prácticas de ésta y cómo desarrollar cada una de estas capacidades con el fin de integrar y hacer nuestra una habilidad tan importante como es la inteligencia emocional.


Fuente: Psic. Raquel Aldana Fotos: Internet



Los contenidos de La Mente es Maravillosa se redactan solo para fines informativos y educativos. No sustituyen el diagnóstico, el consejo o el tratamiento de un profesional. Ante cualquier duda, es recomendable la consulta con un especialista de confianza.

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