A menudo escuchamos aquello de que "la felicidad está a un solo paso", o que "éramos felices y no lo sabíamos". Cuesta creer, pero cada vez nos cuesta más ser felices, ¿será porque no reconocemos la felicidad cuando se presenta o porque nos hemos alejado de aquello que realmente nos puede acercar a ella?
A veces nos conformamos con aquello que no nos hace feliz, por costumbre, por indecisión, por miedo. El corazón se oxida y la mente queda cautiva por las alambradas de la zona de confort. Se nos olvida, quizá, que ser feliz puede ser muy fácil. Lo complicado es saber dilucidar qué es lo importante, lo más nutritivo y mágico para nosotros. Y entonces luchar por ello. Tal y como suele decir esa expresión popular:“es tan sencillo ser feliz pero tan difícil ser sencillo…” Pocas frases pueden encerrar una verdad tan evidente. Para entenderlo, pensemos en algo durante un momento. A la mayoría nos han educado en la idea de que debemos conseguir determinadas cosas para definirnos. Por ejemplo, para alcanzar un estatus, para poder tener unas cualidades y unas habilidades adecuadas para un fin.
“La felicidad no reside en las posesiones, ni en el oro, la felicidad habita en el alma” -Demócrito-
Nos alejamos de lo simple, por eso cuesta tanto ser feliz
Estudiamos y obtenemos títulos para tener un trabajo. Tenemos un trabajo para alcanzar un bienestar. Seguidamente, conseguimos una serie de recurso, materiales y bienes. Finalmente, establecemos una serie de relaciones sociales y afectivas que, supuestamente deberían colmarnos de felicidad. Sin embargo, esta fórmula no siempre es correcta, los factores no armonizan con el producto.¿Es quizá la felicidad un fraude? En absoluto. El engaño auténtico es el modo en que nos han hecho creer que podemos alcanzarla. Porque quien se empeñe en buscar ese estado de gracia fracasará una y otra vez. La búsqueda de la felicidad nunca termina bien por una razón muy sencilla: es un estado del ser. No se busca, se crea, no se encuentra, se trabaja. Y aún más, hay algo que no podemos descuidar: no ha todo el mundo le sirven las mismas estrategias. Cada uno de nosotros debemos llevar a cabo esa labor a nuestra manera.
Del Hygge a Lagom: el curioso mundo de las utopías nórdicas
Desde el 2015 hasta la actualidad hay una palabra que nos cruzamos en cualquier librería: Hygge. El milagro danés para ser felices ha tenido un éxito rotundo y arrollador al menos a nivel editorial. Se nos invita a alcanzar ese bienestar pleno y auténtico a través de la sencillez más pura, más elemental y que persigue descargar de conflictos la convivencia con las personas que amamos. Bien, por curioso que nos parezca a día de hoy el término Hygge empieza a diluirse para dar paso a vientos nuevos, enfoques en sí mismos complementarios y recogidos a través de una nueva palabra: Lagom. Los escandinavos nos traen una vez más otra tendencia que como siempre, viene decorada con agradables fotografías que resumen un concepto que busca difundirse al segundo entre los instagramers. “Lagom” se ha retuiteado miles de veces en este último mes y Vogue, Elle o incluso la empresa Ikea se está encargando de popularizarla. Lagom se puede traducir como “en la justa medida”. Se nos insta, por ejemplo a rodearnos de lo básico y esencial, a comprar solo lo necesario, a cuidar del medio ambiente, a decorar la casa con lo más elemental, a comer lo justo y necesario, sin excesos. Por último, nos recuerda también la necesidad de que el trabajo no se apodere nunca de nuestra vida. Tal y como podemos ver, una vez más se repite la idea de que “menos es más” y de que la felicidad, está cómo no, en la sencillez.
La justa medida
Ahora bien, a pesar de que todos estos mensajes son en sí mismos positivos y reconfortantes, no podemos dejar a un lado todo el marketing que hay tras estas tendencias. La fiebre nórdica, con sus excelentes novelas policíacas, con su estilo de vida o su sociedad del bienestar tan puntera nos sigue atrayendo, no hay duda. Sin embargo, lo que existe también es algo de amarga utopía. Esto mismo es lo que nos explica un ensayo tan premiado como polémico titulado “Gente casi perfecta” del británico Michael Booth, donde intenta ofrecer una visión realista de la aparente felicidad nórdica, algo que en cierto modo, ya podíamos intuir en los libros de Henning Mankell. Uno de los aspectos que más nos llama la atención es el hecho de que los países nórdicos, aparentemente de los más felices del mundo, encabecen la tasa más elevada de suicidios. Hay algo que al parecer, esta fallando.
Crea tu propia receta para ser feliz
Todos estos libros sobre cómo aprender a ser felices siempre son interesantes y recomendables. Nos ofrecen nuevas perspectivas, nos hacen darnos cuenta de cosas que tal vez, no percibíamos, nos invitan a reflexionar y a hacer sin duda algún que otro cambio. No obstante, debemos tener claro que no son manuales de instrucciones ni biblias, que no a todo el mundo le funcionan sencillamente, porque en ocasiones, vivimos realidades muy distintas.
La felicidad no depende de condiciones externas, esta gobernada por nuestra actitud mental. -Dale Carnegie-
Que nos digan que el trabajo no debe apoderarse de nuestra vida no tiene sentido cuando, por ejemplo, carecemos de un empleo. Tampoco podemos “vivir con lo mínimo” cuando lo que ya tenemos es básico. Con todo ello queremos dejar en evidencia un dato: la felicidad se construye a nuestra medida, debe calzar nuestra talla y armonizar con nuestras realidades particulares.
Voluntad y claridad de ideas: indispensable para ser feliz
Algo así requiere esfuerzos voluntad y entender que ser feliz puede ser muy fácil, no hay duda, pero lo complicado es tener claras nuestras prioridades, las cuales, pueden ser completamente opuestas a las de los demás… Y algo así requiere valentía, no una foto de Instagram donde una mujer lee un libro con calcetines de lana, gafas de pasta y un café al lado.
A veces, para ser feliz hay que dejarlo todo y reiniciarse, empezar de cero. Otras veces, requiere tener que hacer un laborioso trabajo interior, ahí donde sanar heridas, resolver frustraciones y hallar nuevas motivaciones. Seamos capaces de hacer fácil lo difícil, pero también de crear nuestra propia receta para ser feliz.
Fuente: Valeria Sabater Fotos: Cortesía de Ottokim
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