El silencio dosificado puede ser una forma, como muchas otras, de agresión pasiva.
El silencio dosificado puede ser una forma, como muchas otras, de agresión pasiva. Se define como un manejo calculado de la comunicación en el cual el silencio juega un papel primordial y que tiene por objetivo controlar y debilitar a otra persona o a su posición. No siempre se manipula a través de las palabras, sino que también se hace por medio de los silencios. Esta última táctica es muy nociva por contar con una máscara más camaleónica. Se le llama silencio dosificado porque no es constante, como cuando alguien te ignora o deja de hablarte. En este tipo de manipulación se mezcla el encuentro y el desencuentro, la expresión y la falta de ella. Todo esto se lleva a cabo de una manera arbitraria. Es el manipulador quien decide el ritmo de la comunicación en la búsqueda de su intereses para la que el otro es solo un instrumento.
“A veces, el silencio es la peor mentira”. -Miguel de Unamuno-
Como el silencio mismo es una forma de expresión que resulta muy ambigua, lo usual es que la víctima llegue a sentirse muy confundida o angustiada. No sabe finalmente qué pensar y gasta mucho tiempo y energía emocional intentando adivinar lo que quiere decir cada silencio. Se siente insegura y duda de cualquier paso a dar. Muchas veces termina pensando que es ella la que tiene un problema o no sabe interpretar o le da una importancia exagerada a esos silencios.
¿Cómo se manifiesta el silencio dosificado?
El silencio dosificado se manifiesta de muchas maneras. Una muy usual se produce cuando el manipulador busca que tú hables primero acerca de todo. No es una cortesía. Te deja hablar simplemente para sondearte, para tomar información de ti y estudiarte. Por otro lado, cuidado, no todo el que te deja hablar primero está manipulándote. Se necesita que este comportamiento sea frecuente o constante, intencionado y que no sea correspondido. Esa persona hablará poco de sí misma o lo hará con evasivas.
Otra forma en que se presenta el silencio dosificado es cuando alguien rompe la comunicación súbitamente y luego la retoma inesperadamente también. Deja de contestar llamadas o mensajes sin dar ninguna explicación. Después aparece como si no hubiera ocurrido nada. Y si le preguntas o le preguntas por los motivos de su distancia, te dirá que no ocurre nada, que son impresiones tuyas equivocadas. Del mismo modo, hay silencio dosificado cuando se impone una especie de censura sobre ciertos temas, sin explicación. Simplemente cuando tratas de hablar de ello, la otra persona evade el asunto o se niega a dar detalles. Esto, por supuesto, se aplica a cuestiones que son importantes para ambas partes. Lo negativo no está en que alguien no quiera hablar de algo en particular, sino en que sea sistemático y no se dé ninguna explicación al respecto, sabiendo que esta actitud afecta al otro.
Finalmente, una forma muy usual de silencio dosificado es esa de callar algo porque, supuestamente, no saberlo es mejor para el otro. Se aplica a asuntos que le atañen directamente a ese alguien a quien se le está ocultando información. Algunos le llaman “hacerse el interesante”, pero definitivamente es un nombre errado.
La palabra es poder y el silencio también
Lo que distingue a un silencio manipulador de un silencio espontáneo es el propósito. Quien acude a esa estrategia de parapetarse en la ausencia de palabras lo hace con el objetivo de controlar al otro. Sabe que genera desconcierto, proyecta inseguridad y es eso precisamente lo que busca. Al ocultarse en el silencio deja al otro sin herramientas para actuar en igualdad de condiciones.
No se debe confundir el silencio manipulador con la timidez. No todo el mundo tiene la facilidad de comunicarse espontáneamente. Hay quienes necesitan de tiempo y comprensión para expresar lo que piensan y sienten. No hablan por timidez, inseguridad o falta de confianza. Sin embargo, su objetivo no es controlar a los demás, sino más bien protegerse a sí mismos.
El silencio dosificado se distingue por el efecto que genera en el otro. Se alterna con una comunicación, aparentemente “normal”. Es una ausencia de palabras que da la sensación de estar ocultando algo. Como es sutil, difícilmente se le puede confrontar, so pena de ser acusado de paranoico o fantasioso. Sin embargo, por más sutil que sea, causa mucho daño en una relación y, particularmente, en la persona que es objeto de esa práctica.
Este tipo de silencio puede resultar sumamente agresivo, especialmente porque sumerge la comunicación en un terreno fangoso. Los malos entendidos y las conjeturas quedan a la orden del día. Y el abuso como tal, difícilmente queda al descubierto, excepto por sus efectos. Si el otro, después de haberle señalado su actitud, no cesa en esta práctica tan tóxica, no queda otra salida más que un rechazo directo y explícito y tomar distancia.
Fuente: Psic. Sergio De Dios González Fotos: Internet
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